Por Karina Medina
El cuestionar es una ruta que naturalmente tomamos en el paso por la vida. Ahondar en los pensamientos metafísicos, podría llegar a ser el todo del hombre; sin embargo, el no encontrar respuestas, podría envolvernos en huracanadas frustraciones que nos llevarían a un estado de indignación/depresión constante. Las heridas causadas por la investigación de lo que significa la vida, la muerte, de dónde venimos, hacia dónde vamos, Dios, el cielo, la Tierra, etc. podrían ser justificadas por medio de la poesía. Humberto Requejo justifica sus heridas muy bien y nos muestra una manera muy sublime de responderse las preguntas que su alma ha venido haciéndose en estos más de veinte años en los que ha tratado de adaptarse a este planeta.
La etimología de todo
ha despertado en mí
como un mar universal.
¡Ay, la ruta natural!
Hay una sensación en mis sojos,
un aforismo del futuro
del umbral diáfano del fin.
En la poesía de Requejo encontramos la esperanza de que nuestra historia no comienza al nacer en esta Tierra, sino que ya latíamos desde antes de ser confinados a este mundo terrenal. Los sentimientos que lo abruman al expresar su fiel creencia, afloran como esa inteligencia que roza las manos de los Dioses; y al mencionar a la divinidad creadora, me expreso en plural porque el autor tiene la osadía de afirmar con sus letras de que existe Dios Madre. Heráclito nos dice que la inteligencia, la sabiduría (sofronein) es lo más alto a lo que puede aspirar el ser humano, es la más alta virtud, el supremo estado al que puede llegar el hombre o la mujer. Considerando lo dicho por el filósofo de Éfeso, podría estar casi segura de que Humberto Requejo conoce de Dios aquello que los mortales aún ignoran en su mayoría. Cito en esta parte de la reseña al rey Salomón: El conocimiento del Santísimo es la inteligencia (Proverbios 9:10)
Fuimos arrojados dormidos al mundo-mazmorra
para aprender de nosotros mismos
el e q u i l i b r i o.
Atrás
las maldades refinadas
un evolucionado espíritu
honrado esplendor de la buena conciencia.
Volvió al mar del planeta Neptuno
allí esperaban siempre
la poesía siete.
Fuego agua luz.
Dios es un universo sencillo
sabiduría integral encandila
su lenguaje
A m o r
también es una mujer
la Diosa de los cuculíes.
Ya decía Vallejo que cuento más sabemos, más sufrimos; sin embargo, presiento que el entendimiento del “paraguayo”, como le agrada que le llamen a Requejo, lo estimula a escribir versos de agradecimiento por este juego de la vida, que tal vez tenga su verdadero inicio detrás de la Vía Láctea. En los versos de SOJOS hay un perenne sentimiento de retorno, como si el autor apelara al entendimiento celestial de que hay una vida más importante para la humanidad después de la muerte. Creer y entender esto, podría sonar trillado e incluso descabellado; pero el lector es libre de adueñarse de la letra de este joven escritor, hijo de padres peruanos, pero nacido en Maracaibo – Venezuela, pero nacido en la inmensidad de la ciudad sumeria, el jardín de nubes perennes (Sitar – SOJOS).
Se abrió una dimensión atrás de la vía láctea
una gran puerta como oro interminable luz
en donde adentro se escucha
una música de armonía espacial
la melodía
infinita-caricia del mar
allí
todas las almas pueden volar
están en paz eterna
disfrutando de las frutas
de todos los planetas sabios
y jamás se acabarán
porque es infinito como el amor
de los padres celestiales
Me arriesgo a considerar que con los versos sencillos - mas no simples - de Humberto Requejo, se marca un hito en la poesía metafísica. Siento un aire bastante sutil; un viento conductor del autor de SOJOS, que se atreve a empujar a Requejo a escribir cosas imposibles que brotan de S(US) OJOS diáfanos en los que se proyecta el lenguaje de Dios. Como diría Benavides Ganosa: Los dioses, clementes, bondadosos nos conducen por el juego de la vida (La Ruta Natural –Artículos y Conferencias 2015).