- Reseña del poemario RASTRO DE CARACOL de Abelardo Sánchez León -
Por
Karina Medina
En
Rastro de Caracol Abelardo Sánchez León le sigue el rastro a la letra,
persigue todas sus sendas, indaga la naturaleza de esta y expone de manera muy
bien teatralizada el vínculo que esta tiene con el poeta.
Si
quisiéramos dar una definición general de lo que el autor nos muestra en el
todo de esta obra, podríamos decir que esta publicación nos muestra a un
Sánchez León liberado de atavíos, despojado del prejuicio de lo que se pudo
en algún momento considerar lo que era un poeta. El autor se saca el disfraz -
y cuando digo disfraz no me refiero a una postura propia y cínica de antaño;
más bien me refiero a lo que la sociedad podría haberse construido como
concepto de poeta – y muestra las bellezas y miserias de un apasionado
escritor: el poeta.
Tengo
la impresión casi acertada de que Sánchez León intenta decirnos que la
poesía no es tan solo la musa que anda por ahí inspirando a escribidores para
alimentarles el alma. Todo lo contrario. En Rastro de Caracol se siente una
apasionada protesta que no parece protesta por lo bien que las imágenes
redondean a los conceptos sociales mencionados en su prosa; pues la genuina
comparación altamente creativa, es puesta por el autor en el verso indicado.
Para
Sánchez León la honestidad es lo que debe primar en los versos: la verdad
sin caretas, la mera confrontación de la letra en una sociedad que carece de
reconocimiento por el poeta; y en el afán de huir de sus diáfanas revelaciones,
le maltrata.
El
poemario se divide en tres apartados. En la primera parte el autor manifiesta
el corazón abatido y angustiado del poeta. Expone su necesidad, impuesta en sus
miembros y su alma, de escribir. Se siente en cada línea de los poemas en prosa
la responsabilidad que tiene el autor por la escritura. En el poema de De Cal y
de Arena se refleja claramente:
Quienes poseídos escriben versos; los
que creían en las virtudes, en el espanto, en el engaño; quiénes los
depositarios de ese don, de esa maravilla, vocación, talento, bondadoso
espíritu; místicos viciosos, trúhanes, exploradores de indios, (…) los
negociantes de la conciencia, los políticos, los curas, las familias (…)
Hay un llamado de atención a la
sociedad por saber quién está con él. Quién ha de creer en el buen uso de los
versos; del poema como vínculo con el sentimiento social.
Antiguo enigma; los que crean en la
justicia y en el castigo, en los códigos y las leyes del hombre, en la vigencia
de la horca, el patíbulo, que no crean en los funcionamientos de los versos.
En Carne Viva (segundo poema del
primer apartado y a mi parecer uno de los más importantes de esta obra) Sánchez León hace mención de aquello que le fastidia y que aún mora en su ser, de
alguna u otra manera, pero de lo cual se piensa deshacer por medio de la
escritura; sobre el papel. Una vez más podemos notar la importancia de su
vocación que no solo funciona como proceso liberador; sino también como un
presunto llamado de atención. Pues es aquí donde el autor nos otorga una lluvia
de razones subliminales por lo que la escritura se vuelve importante en la vida
del poeta. Se quiere liberar de la
consciencia puritana, de los remordimientos y culpas. ¡Qué mejor que la
literatura para arrojar antiguas manías!
Las musas pueden fornicar a su
albedrío – les otorgo su libertad, que se vayan, que no interrumpan mi vigilia.
Todos fuera, no los quiero aquí; tú conciencia puritana más licenciosa que los
corredores del Vaticano, llévate tus remordimientos y culpas, (…) quiero este
dormitorio como al llegar. (Era liso como las palabras bien dichas…)
En A la sombra de Calígula - poema en el que se refleja la postura del
poderoso dictador el Estado, frente al rebelde voceador: el poeta – hay una muestra clara de las
ideas que tiene Sánchez León sobre la tiranía del Estado opresor frente al
canto coral de los poetas que no se someten a la ley y gritan por libertad por
medio de poemas. Y es aquí en donde me parece a mí que el autor apela al uso
contestatario de la poesía; no solamente como instrumento con fines estéticos,
sino también hace alusión al fin político del poema.
Nada posee el mismo significado en estas
ciencias oscuras que son las artes: esperabas encontrar acaso en mí a tu famosa
alma gemela que se emocionara con tus versos, a esa persona amante de la
poesía, solitaria en el vasto mundo como tú, y que lloraría y sería feliz?
En algunos otros poemas de este
apartado Sánchez León libera un poco lo que en algún momento no quiso ser.
Tal catarsis hace que interiorice en su persona y se rechace, se odio, se
acepte y finalmente se ame como nuevo ser liberado por medio de la letra.
En la segunda parte de poemario, se
muestra a la poesía como la máxima expresión. Una vez más hace hincapié en el
poder de la escritura y nos muestra una manera muy intensa pero sublime de
describir los sentimientos más profundos del ser. La claridad con la que están
escritos los poemas de Abelardo Sánchez León me genera empatía. La poesía
siempre ayuda a uno a sentirse identificado. El autor habla del amor y de la
tristeza:
No puedo creer, nunca creí, que el
amor es puro miedo, espanto a lo desconocido, apego a la gente en busca de
protección llenos de amabilidad y encanto.
En la tercera y última del poemario,
existen cuestionamientos por si vale la pena escribir. En el poema En las
Caballerizas, el yo lírico muestra a un personaje maltratado y despreciado por
una sociedad preponderante; entonces el autor podría preguntarse si vale de
algo escribir en un país en el que no tenemos el mejor juicio social sobre la
poesía, el poeta y la literatura en general. El estado opresor ¿podría avalar
al poeta? Entonces dice el poeta:
- Las artes son los estímulos de la
vida, su primera energía, pues la incita hacia un estado más alto, más
perfecto, más justo (…)
– ¿Qué hacemos con este idiota? Va a
quedarse acaso acá con las mujeres (…)
La
poesía de Abelardo Sánchez
En
cuanto a los distintos personajes que aparecen en los poemas de Rastro de
Caracol, soy consciente de que hay referencias de la mujer, de la persona
homosexual y de los niños muy propio del año 1977. Cabe resaltar que no siempre
la idea que se expresa en un verso sobre una persona, situación o problemática
tiene que ser necesariamente la definición o consideración absoluta del yo
personal. Más vale considerar que muchas veces nosotros los escritores
escribimos - valga la redundancia – en primera persona para no caer en el
cliché del delator. Sin embargo, no podemos negar que nuestras letras, nuestros
versos, nuestros libros y nuestra obra literaria en general tienen mucho de
nosotros.